AISLAMIENTO, SOLEDAD, SOLITUD: HANNAH ARENDT Y LAS FORMAS DE NO ESTAR CON OTROS
DOI:
https://doi.org/10.26694/ca.v1i2.2171Resumo
El acontecimiento de la pandemia de este año 2020 trajo consigo, entre tantas otras cosas, una renovación y una mudanza de nuestro vocabulario cotidiano al tener que incorporar en las conversaciones, en las noticias, en las publicaciones de toda índole, una serie de palabras olvidadas: pandemia, peste, virus, contagios, y la necesidad imperiosa del confinamiento, la cuarentena, el encierro, la separación de nuestros afectos, de las personas cercanas con quienes compartíamos la vida, los trabajos, los diálogos, los paseos. Al tiempo que esto sucedía escritores, filósofos, sociólogos, periodistas y pensadores de todo el mundo se dieron a la tarea de esclarecer, también de interpretar y de explicar qué estaba sucediendo, ensayando respuestas diferentes que van desde plantear la vigencia del estado de excepción o advertir perfiles estatales totalitarios, hasta creer en la posibilidad de configurar nuevas comunidades más solidarias, menos individualistas. A partir de lo expuesto y al aislamiento obligatorio dispuesto por el Estado recordamos que Hannah Arendt, en la segunda edición de Los orígenes del totalitarismo, repasa las notas sobresalientes de esa forma de gobierno inédita y propone distinguir entre tres experiencias de la vida en común: aislamiento (isolation), soledad (loneliness), y vida solitaria o solitud (solitud), y que en este trabajo proponemos llamar experiencias de la vida recluida o, mejor, formas de no estar con otros para reflexionar a partir de allí sobre las condiciones en que hoy nos encontramos debido a la radical transformación de las relaciones interpersonales, los espacios que habitamos y, fundamentalmente, el vínculo con el mundo entendido en sentido arendtiano.